La confianza es la creencia de que las personas o grupos de personas con las que tratamos, van a actuar de cierta manera, generalmente en forma positiva, conforme a nuestras expectativas.
La confianza se gana o se pierde, a partir de las experiencias que confirman nuestras expectativas, o cuando esas expectativas no se cumplen o se cumplen de manera parcial.
Generalmente se trata de comportamientos esperados en el futuro, que puede darse en la siguiente hora o en los siguientes años. Las expectativas que creamos tienen que ver con nuestras creencias – lo que aprendimos de cómo deben ser las cosas - , así como con las experiencias previas. Las buenas experiencias refuerzan la confianza, las malas la destruyen y generan desconfianza. Esa desconfianza se alimenta de la inseguridad y del miedo que nos generaron las malas experiencias.
A lo largo de nuestras vidas, aprendemos que podemos confiar en nuestra familia, en nuestros amigos – en ambos casos suele haber excepciones. También aprendimos a no confiar en los extraños y a tener miedo de esas personas.
Confiar, es decir, tener confianza nos da seguridad, certidumbre, tranquilidad.
Cuando nuestras expectativas no se cumplen y la gente no se comporta o no hace lo que esperamos, nos sentimos lastimados. La incertidumbre sobre el comportamiento futuro de esas personas genera miedo, inseguridad y por lo tanto desconfianza.
Cuando éramos bebes, la seguridad y confianza estuvo ligada a las personas que nos criaron o nos cuidaron. Son nuestras primeras experiencias las que forman nuestro concepto de confianza. Luego, nuestros hermanos, primos o amigos con los que jugamos la refuerzan o debilitan, según sean las experiencias que tenemos con ellos. Aprendemos a valorar el comportamiento de las personas y a confiar en ellos.
Cuando crecemos e interactuamos con otras personas, como en la escuela, la confianza o desconfianza, tiene como soporte, el cumplimiento de las normas o reglas, que incluyen la expectativa de unos comportamientos éticos de las personas, tanto niños como adultos. La confianza está ligada a valores tan importantes como el respecto y la honestidad.
Los elementos que dañan la confianza son la mentira, el engaño, la simulación, la hipocresía, entre otras. Su principal característica es la falta de honestidad en el comportamiento de las personas.
Cuando identificamos esas características, sabemos que no podemos confiar en esas personas y que no sabemos lo que podemos esperar de su comportamiento.
Esto genera miedo e inseguridad y tratamos de protegernos para no ser lastimados, decepcionados, engañados o defraudados.
En el libro “Conversaciones con Dios”, Neale Donald explica que nuestros actos pueden generarse a partir de dos fuerzas contrarias y excluyentes entres si: el miedo y el amor.
El miedo que genera la desconfianza, nos hace estar tensos, alertas, en prevención de los comportamientos que nos pueden hacer daño; si la desconfianza es sobre personas específicas, tratamos de protegernos de los actos de estas personas; pero si el miedo es general, nos tratamos de proteger de todo mundo y vivimos con un alto nivel de estrés.
Cuando el miedo es muy grande, puede generar reacciones tan fuertes como la violencia verbal o la agresión física.
Otro comportamiento generado por el miedo es el aislamiento, tratamos de protegernos, de estar cubiertos, de meternos en una concha o caparazón para que nadie nos lastime.
La otra fuerza que nos mueve es el amor. El amor genera confianza y seguridad; pero la confianza no puede ser general o totalmente ciega; el amor nos da la oportunidad de confiar en las personas que amamos y de valorar el comportamiento de las demás personas, para determinar si podemos o no confiar en ellos.
Una de las enseñanzas más hermosas de este libro es la siguiente. Neal explica que cuando tomamos decisiones, lo podemos hacer desde el miedo o desde el amor. La pregunta vital es ¿en este caso, que haría el amor?
El amor basado en la confianza, o la confianza basada en el amor.
Recordemos que el amor nace de nuestro interior y para hacerlo crecer y poder compartirlo con otros, es indispensable resolver el conflicto con nuestro yo interno, el conflicto con nosotros mismos.
Con amor, muchos de nuestros miedos aprendidos van desapareciendo. El amor, no solo reflejado en nuestras palabras, sino plasmado en nuestras verdaderas intenciones y en nuestros actos.
Por eso, aprender a amarnos a nosotros mismo, aceptarnos a nosotros mismos, para darnos cuenta de que somos la persona más importante del mundo para nosotros mismos y así debemos tratarnos. Darnos cuenta de que en este momento, en el presente somos lo mejor que podemos ser y que a partir de hoy, podemos cambiar y mejorar lo que nosotros decidamos.
Cuando nuestros miedos son muy grandes, cualquier expectativa que no se cumple, genera desconfianza y refuerza el miedo. Los miedos se convierten en enormes cadenas mentales que te detienen, te amarran y no te permiten avanzar hacia donde quieres.
En muchos casos, cuando las heridas emocionales son muy profundas y el miedo está muy arraigado en nuestro interior, podemos buscar ayuda externa. Tomar una terapia o participar en grupos de autoayuda, puede ser una herramienta importante para dejar atrás las malas experiencias.
Con el tiempo y el amor, aprendemos a reconocer, a diferenciar a las personas en las que podemos confiar y en las que no podemos confiar.
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