"Deja que la disciplina se encargue de las pequeñas cosas que no te agradan.....
y puedas dedicar tu vida a hacer las grandes cosas que si te gustan."
(Del libro: "Sea feliz ya!" de Andrew Mathew.)
Generalmente asociamos el concepto de disciplina con el castigo por un mal comportamiento o con la imposición de reglas muy duras, que implican sanciones o castigos fuertes. Esto lo hemos visto en películas y programas de tv, generalmente relacionados con el entrenamiento de personal del ejército.
Sin embargo, la definición de disciplina tiene varias acepciones, que son:
- El conjunto de normas, que ordena y organiza el comportamiento y la conducta del ser humano.
- Disciplina escolar: las regulaciones en una escuela para mantener el orden y garantizar la educación de los estudiantes.
- Disciplina científica: la rama de una ciencia determinada.
- Disciplinante: persona que se flagela públicamente la espalda.
Considerando las dos primeras acepciones, nos ubicamos en el concepto siguiente: "Etimológicamente, disciplina hace referencia a la instrucción dada a un discípulo, acepción que preserva el sentido de la palabra original en latín (instrucción) cuya raíz discere significa aprender." La disciplina es la enseñanza, no el escarmiento o castigo.
Es decir, enseñar disciplina a los niños - o incluso a los jóvenes y adultos – debe tener un enfoque formativo más que correctivo. Lo que queremos es que los niños – o jóvenes en su caso – formen buenos hábitos que les sirvan para mantener su salud, desarrollar bien sus deberes – escuela o trabajo -, organizar sus actividades, mantener orden en sus cosas, etcétera, pero con un enfoque de responsabilidad, más que de imposición.
Es importante recordar que la educación de los niños cambió radicalmente. A muchos adultos nos toco tener padres que eran figuras de autoridad y que nos educaron con reglas estrictas que no se podían cuestionar y mucho menos discutir. En la actualidad, muchos padres no saben cómo enseñar disciplina a sus hijos y muchas veces tienen miedo de causarle traumas y dañar su futuro al tratar de educarlos, lo que los deja expuestos al chantaje y las imposiciones de los hijos, que muchas veces llega incluso a faltas de respeto y consideración, lo cual debe ser inaceptable.
Los niños pequeños aprenden más de lo que ven a su alrededor que de lo que tratamos de explicarles. Ellos siempre están observando nuestro comportamiento, nuestra forma de hacer las cosas, nuestra forma de resolver los problemas. Por lo tanto, si realmente queremos que los niños aprendan formas de comportamiento, actitudes y valores, nos toca a nosotros poner el ejemplo y practicar lo que queremos enseñar.
Si ponemos reglas sencillas y claras, pero nosotros mismos no las respetamos, ellos se dan cuenta de lo que hacemos y terminamos por confundirlos. No entienden porque los regañamos o castigamos por romper una regla, si nosotros también lo hicimos y no paso nada.
No es necesario recurrir de forma sistemática a los gritos o a la violencia para enseñar disciplina. Es cierto que hay que enseñarles a los niños que existen límites que no deben de rebasar, sobre todo cuando se trata de faltas de respeto. En estos casos una nalgada o un manazo dados a tiempo, son suficientes; claro que si encontramos la forma de hacernos entender sin llegar a este extremo, es mejor.
El concepto de disciplina positiva, está enfocado precisamente en la enseñanza de la disciplina sin violencia, a partir de un mejor entendimiento del concepto y de reglas básicas que nos pueden servir de apoyo. Entre los libros que vale la pena leer, está el de “Disciplina con amor" (Rosa Barocio).
También es muy interesante el trabajo que está realizando la Lic. Trixia Valle. De ella me gustó mucho una conferencia que impartió hace poco en Coatzacoalcos, que se llama "Educar con amor".
La disciplina, simplemente se convierte en una herramienta para educar, para apoyar la formación de buenos hábitos, que le ayuden a los niños en su desarrollo hacia la adolescencia y la edad adulta.
La disciplina en nuestra vida, la vuelve más sencilla. Una vez que tienes la disciplina formada, haces las cosas sin catalogarlas o juzgarlas, no les pones etiquetas, simplemente las haces.
Hasta las cosas más insignificantes pueden ser muy pesadas si las haces de mala gana. Si de todos modos tienes que hacerlo, hazlo con gusto. Te darás cuenta de que fácil y rápido terminas de hacerlo.
Para aquellas cosas que son rutinarias, puedes trabajar en formar el hábito de hacerlas de la manera más práctica y sencilla que encuentres. Una vez que se convierte en un hábito, lo haces sin estar analizando si te gusta o no hacerlo; ya tienes la disciplina, el hábito para hacerlo y lo llevas a cabo de forma rápida y eficiente.
Entonces, te puedes dedicar a disfrutar de aquellas cosas que si te gustan; esas cosas que te permiten sentir la plenitud de la vida y que te cargan la pila. Las cosas que te divierten, que disfrutas mientras las haces y te sientes totalmente satisfecho cuando las terminas.
¡Que tengas un excelente día!
No hay comentarios:
Publicar un comentario