El amor y el sexo son dos cosas diferentes, que no debemos confundir.
El sexo es una necesidad que todos tenemos y que la naturaleza impulsa para lograr la permanencia de las especies a través de la reproducción.
Ese es el trabajo de las hormonas. A las hormonas no les interesa si estas enamorada, si estas soltera o casada, si estás sola, si eres pobre, clase media o si tienes mucho dinero; no les importa tu religión o tus ideas políticas, tu equipo favorito o tu posición social o en el trabajo; tampoco les importa tu preferencia sexual o si eres tímida, o si ya estas lista, si ya maduraste o si la relación te conviene… en fin, las hormonas solamente hacen su trabajo y te impulsan a tener sexo con el único fin de dar continuidad a la especie, en este caso, a la especie humana.
La buena noticia es que los seres humanos tenemos la gran ventaja de que podemos decidir con quién compartimos nuestra sexualidad y cuando lo queremos hacer. Es nuestro poder y nuestra responsabilidad.
Sin embargo, no hay que olvidar que mientras estemos vivos y nuestras hormonas funcionen, todos vamos a sentir la necesidad de ejercer nuestra sexualidad. Por eso es importante no confundir las emociones y/o sensaciones que podemos sentir cuando estamos con una persona que nos gusta, que nos atrae sexualmente, con amor.
El amor, es otra cosa.
El amor está en nuestro interior, necesitamos descubrirlo y hacerlo crecer. Empieza por amarnos a nosotros mismos; esto es, que nos aceptarnos tal y como somos, no nos criticamos y nos apoyamos siempre. Podemos estar bien, en paz y tranquilos, aún cuando estemos solos.
El amor es una cuestión de querer. De que tú quieras, pero también de que la otra persona quiera. El amor se trata de compartir y para que puedas compartir algo, necesitas tener ese algo, en este caso, amor.
Solamente cuando eres capaz de amarte a ti misma, serás capaz de crear tanto amor que podrás compartirlo con la persona que tu elijas.
Este punto es fundamental: elegir a la persona adecuada, con la que queremos compartir nuestro amor, nuestra sexualidad, nuestros proyectos y planes futuros.
Por eso es importante cambiar el orden en que hacemos las cosas para elegir pareja:
En términos generales, podemos decir que actualmente lo hacemos de la siguiente manera.
- Primero idealizamos. A veces desde la niñez, o quizá en la adolescencia, se crea una imagen de la pareja ideal; alrededor de esa imagen de perfección, se crea todo un mundo de expectativas sin fundamento, sobre la persona y sobre la relación que espera tener con esta persona.
- Luego decidimos, casi inconscientemente, enamorarnos de alguien. Este enamoramiento nos lleva a pasar una serie de experiencias que pueden ir del éxtasis glorioso del enamoramiento correspondido, al sufrimiento y angustia del desamor o la indiferencia.
- Luego tratamos de relacionarnos con esa persona que elegimos para enamorarnos y hacemos miles de cosas para que se fije en nosotros, para conquistarlo/la. Incluso, nos esforzamos por parecer justo lo que esa persona quiere; es decir, entramos en un juego de simulaciones, de máscaras, en donde los dos que jugamos, queremos creer lo que el otro nos quiere hacer creer.
Esto nos lleva a cometer muchos errores, porque una vez que decidimos enamorarnos, no vemos, no escuchamos, no entendemos nada que sea contrario a nuestro enamoramiento y tomamos muchas decisiones importantes que afectan nuestra vida, hasta que nos topamos con la realidad.
Otras veces, empezamos una relación de noviazgo o de pareja, porque todos nuestros amigos tienen pareja y nosotros no – digamos que para no quedar fuera del grupo, entramos al grupo de manera forzada, como con calzador.
Ya sea que se derive de un enamoramiento o de una situación circunstancial, tenemos una relación de pareja.
En la medida en que la relación avanza, e incluso, que puede irse formalizando, empezamos a sentir que la realidad no está cumpliendo con las expectativas que teníamos. ¿Será realmente la persona con la que queremos compartir esta parte de nuestra vida?
Si llegamos de esta forma al matrimonio, la realidad de la vida en pareja choca con la ilusión que construimos. Muchas veces no es que las personas cambien cuando se casan, las personas son como realmente son cuando ya están casadas.
Yo creo que por este motivo, muchas parejas llegan al divorcio. Se dan cuenta de que la pareja que eligieron no es el tipo de persona que realmente quieren. Mas que un matrimonio fracasado, podríamos pensarlo como una elección equivocada, pero ¿si no sabes que es lo que realmente quieres, como vas a elegir correctamente?
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